Manuel Cabello Rejano

54 años
Córdoba

Manuel supo que era portador de Hipercolesterolemia Familiar allá por 1980, un tiempo después de que un hermano suyo muriera con 37 años, lo mismo que le ocurrió cuatro meses después a su padre, y los dos por el mismo motivo: infarto de miocardio. Su hermano, recuerda Manuel, “aparcando el coche, se hincó de rodillas, y cuando lo llevamos al hospital entró ya cadáver”. Eran problemas que con mayor o menor intensidad se repetían en su familia y un cardiólogo de entonces les decía que lo suyo “era tontería que nos lo tratáramos, porque heredábamos la dolencia de angina de pecho y contra aquello no había nada”.

Afortunadamente, en su camino se cruzó una médica de cabecera que le trataba un resfriado especialmente complicado. Los análisis de sangre que se hacía eran correctos, menos el colesterol, que alcanzaba los 480 mg/dl. La doctora lo envió entonces a la unidad de Lípidos del Hospital Reina Sofía de Córdoba, donde ha conocido a todos los médicos que han ido haciendo de ese centro un lugar ejemplar en el tratamiento de la hipercolesterolemia y donde se ha prestado a todos los estudios que le han solicitado.

Padre de dos hijos, el varón es portador, aunque le han tranquilizado porque tendrá un adecuado seguimiento, y la hija no es portadora. Herrero de profesión, lleva vida normal, y aparte de dieta, hace ejercicio: en Córdoba, a la caída de la tarde, cuando refresca, sale con su mujer y otros matrimonios a caminar. Cuenta entre risas cómo bebe una copita de rioja a la hora de comer y cuando llega a hacerse los análisis le cuenta que el doctor le dice: “Manuel, no sé lo que haces pero sigue haciéndolo”. Y por eso le dice a su mujer: “¿No ves que lo que es bueno no hace daño?”.