Los hábitos alimentarios en los niños deben establecerse en su infancia
Los esfuerzos orientados a mejorar la alimentación de los niños deben comenzar antes de que empiecen a andar. Esta ha sido la conclusión de una serie de estudios nutricionales. Los datos recopilados parecen indicar que los patrones que determinan los hábitos alimentarios infantiles se extienden más allá de lo que hasta ahora se había considerado. Nuestras más tempranas preferencias gustativas, especialmente las verduras y las frutas son temporales por lo que habría que potenciarlas. Si ponemos nuestra atención en la calidad de la dieta, es necesario que ésta se establezca durante el primer año de vida.
Estos estudios han sido financiados por la Administración de Alimentos y Medicamentos americana (FDA). Los investigadores siguieron las dietas de aproximadamente 1.500 niños de 6 años, comparándolas con los hábitos alimentarios que estos mismos niños tenían, antes de cumplir el primer año de vida. Investigaciones anteriores revelan que las preferencias gustativas se desarrollan en la infancia. Hasta ahora no estaba muy claro la influencia que tenían los hábitos alimentarios infantiles sobre los nutricionales, una vez que estos niños comienzan el colegio.
El estudio muestra que los niños que fueron alimentados con leche materna se mostraban más abiertos a consumir nuevos alimentos, que los que consumieron leche en polvo. Aquellos que no tomaron verduras y frutas en su infancia, tampoco lo harían cuando alcanzasen los 6 años. Según muestra uno de los estudios, el mejor momento para aficionar a los niños a las frutas y verduras es entre los 10 y 12 meses de vida.
Para el estudio se han tenido en cuenta factores como la raza, los ingresos familiares o la lactancia materna, de forma que los resultados no se viesen sesgados. Otros factores como la predisposición de los niños a probar nuevos alimentos podrían jugar un papel importante en la adquisición de hábitos alimentarios entre la niñez y la edad adulta. Es fundamental que los niños prueben una gran variedad de frutas y verduras durante su transición a “la comida en la mesa”, promoviendo experiencias con nuevos alimentos saludables y persistiendo en el empeño con paciencia para evitar respuestas negativas por parte de los niños.
Otro de estos estudios determina que los niños que en el primer año de vida consumieron bebidas azucaradas en cantidad, eran el doble de proclives a consumirlas al menos una vez al día a partir de los 6 años. En esta misma línea, el estudio muestra que los niños que entre los 10 y 12 meses consumían bebidas azucaradas más de tres veces por semana tenían el doble de predisposición a la obesidad a los 6 años, cuando se les comparaba con los que no las habían consumido en los primeros meses de vida.
Aunque no parece estar claro el impacto que tendrá la lactancia materna sobre la futura dieta de un niño, es cierto que los hábitos alimentarios de la madre son transmitidos al bebé mediante el sabor de la leche, estableciéndose entre ambos algo así como un puente de transmisión, que permitirá al niño experimentar los diferentes sabores de todos aquellos alimentos que forman parte de la dieta de la madre durante la lactancia. Y estos pequeños van a tener una mayor predisposición a probar y experimentar con nuevos sabores y alimentos en comparación con aquellos que no recibieron lactancia materna. El estudio indica que estos niños tendían a consumir más agua (frente a bebidas azucaradas) y más frutas y verduras.
Lo que el estudio deja claro a ojos de los nutricionistas y epidemiólogos es la temprana edad a la que los niños entran en contacto con productos azucarados. Los especialistas se quejan de que los padres quizás no den demasiada importancia a este tema, pero el consumo de bebidas azucaradas, especialmente los zumos de frutas (con altas cantidades de azúcar), debe evitarse en el primer año de vida. Los niños no deben caer rendidos a sus encantos. Sin embargo, necesitan experimentar y acostumbrarse a las frutas y verduras para desarrollar el gusto y la apetencia hacia ellas.
A pesar de no resultar fácil alimentar a los niños de forma saludable, no todo está perdido para los padres que fracasaron en los primeros intentos, aún puede remediarse. Todos sabemos que los niños tienden a repetir e imitar lo que hacen los adultos que les rodean. Por lo tanto, en el caso de la alimentación ¿por qué no cambiar la dieta del conjunto de la familia para predicar con el ejemplo? Esta sería la opción más acertada para todos; luego entonces, cabe preguntarse, si nosotros los adultos estamos preparados para tal sacrificio.
Adaptado del New York Times
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