La comida es medicina
La buena nutrición es fundamental para la salud humana y uno de los principales modificadores del riesgo de mortalidad y discapacidad en todo el mundo. Intervenciones como la conocida en Estados Unidos (EEUU) “la comida es medicina” integran tratamientos basados en alimentos saludables en los sistemas de atención de salud. La evidencia preliminar sugiere impactos positivos de estos programas. Por tanto, los profesionales sanitarios y los sistemas de salud deben apoyar acciones regulatorias basadas en alimentos saludables.
Hace más de 2.000 años el médico griego Hipócrates conocido como “el padre de la medicina” nos dejó una frase inmortal: “Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”. Cada vez hay más pruebas de que las intervenciones dietéticas específicas pueden tratar, retrasar e incluso prevenir algunas enfermedades. Una dieta basada en frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos y lácteos bajos en grasa; con poca sal y grasas saturadas ofrece una alternativa prometedora para prevenir la enfermedad cardiovascular y otras enfermedades incluidos determinados tipos de cáncer. Este tipo de dieta es similar al patrón de dieta mediterránea, que además contiene aceite de oliva virgen extra. El aceite de oliva virgen ha demostrado numerosos efectos protectores sobre la salud.
El mayor número de muertes relacionadas con la nutrición en todo el mundo son atribuibles a la ingesta insuficiente de alimentos protectores, como los contenidos en la dieta mediterránea. El aumento de mortalidad adicional, es atribuible a la cantidad insuficiente de pescado y al exceso de carnes procesadas, carnes rojas y bebidas azucaradas. Por tanto, el consumo de alimentos protectores es una máxima prioridad de salud pública. Un nuevo informe del estudio internacional PURE realizado en más de 80 países proporciona una valiosa evidencia confirmando la importancia de los alimentos protectores de la salud como frutas, cereales integrales, verduras, legumbres, nueces/semillas, lácteos y aceite de oliva.
Durante los últimos cinco años, “la comida es medicina” (la iniciativa sanitaria mediante la que se realiza el suministro de alimentos nutritivos y gratuitos en EEUU a través del sistema de atención médica) ha suscitado un gran interés científico y atraído al sector financiero. “La comida es medicina” fue una iniciativa clave en la Estrategia Nacional 2022 sobre Hambre, Nutrición y Salud en los Estados Unidos. Dos estados impulsaron plataformas para financiar de manera sostenible estos programas. Resulta incuestionable el valor de poder ofrecer alimentos sin costo alguno a las personas más vulnerables que los necesitan.
Sin embargo, no debemos pasar por alto que este cambio de paradigma dietético no siempre ha estado respaldado por la industria alimentaria, la cual históricamente ha evitado la regulación dando forma a narrativas públicas sobre las causas y las respuestas a los problemas de salud pública. A lo largo del siglo XX, la industria alimentaria ha perpetuado una narrativa de responsabilidad personal, reduciendo las causas sociales de las enfermedades relacionadas con la dieta a factores de “estilos de vida” poco saludables, como malas elecciones dietéticas y muy poco ejercicio. Se necesitaron décadas para que investigadores y defensores educaran al público y a los legisladores sobre el papel de nuestro ambiente alimentario tóxico en el impulso de la inequidad en las enfermedades crónicas.
En un mundo en el que los recursos económicos destinados a la prevención son relativamente escasos, nos vemos obligados a tomar decisiones sobre hacia dónde dirigir los recursos públicos. Aunque los programas de “alimentos son medicinas” pueden llenar vacíos en el tratamiento de algunos pacientes, no son la mejor opción para prevenir enfermedades relacionadas con la dieta. En cambio, debemos centrarnos en cambiar el comportamiento de la industria alimentaria para garantizar que los alimentos no saludables no sean omnipresentes y no sean tan baratos y comercializados, al tiempo que garantizamos que nuestros programas de asistencia nutricional existentes sean accesibles y promuevan la salud. Ya sabemos que invertir en estas intervenciones puede marcar una diferencia real y sostenida en la vida de las personas.
Por lo tanto, es hora de que las directrices nacionales de nutrición, las innovaciones del sector privado, las políticas fiscales gubernamentales, así como las políticas de adquisición de alimentos, el etiquetado y otras prioridades regulatorias basadas en alimentos saludables se pongan al día con la ciencia. Millones de vidas dependen de ello.
Fuente: Fundación HF y Adaptado de JAMA. doi:10.1001/jama.2023.24472. European Heart Journal 2023; 44:2580–82
Comentarios desactivados