Guerra al colesterol

Es un mal creciente. Médicos endocrinos y nutricionistas reciben cada vez más en su consulta a pacientes con análisis alterados en lo que se refiere al colesterol y otras grasas presentes en la sangre como los triglicéridos. Y son un factor de riesgo en las enfermedades cardiovasculares. Según el médico endocrinólogo Miguel Goena, mejor que del colesterol en solitario, habría que hablar de la hiperlipidemia, «de todas las grasas presentes en la sangre». La principal y la más conocida por la gente es el colesterol. «Pero a veces los problemas aparecen en los triglicéridos, un tipo de lípidos que también transporta la sangre. El tema de fondo es el metabolismo de las grasas».

El colesterol es una materia grasa y cerosa que necesita el organismo para muchas de sus funciones. Pero a veces se produce en exceso, circula por la sangre, y aumenta el riesgo de sufrir una enfermedad coronaria. Cuando el nivel de triglicéridos es elevado, el colesterol LDL, ‘el malo’, se vuelve más peligroso para las arterias y acelera el proceso de aterosclerosis.

Para el médico endocrinólogo Mohamed Farouk, ante la presencia elevada de tasas de colesterol, «es importante vigilar la alimentación y contactar con un endocrino o nutricionista para valorar de donde viene el problema».

La obesidad es un factor de riesgo y la edad hace más habitual la presencia de estos desarreglos. En las mujeres el problema se agrava con la manopausia. «La falta de hormonas femeninas entorpece el metabolismo del colesterol, que se elimina más lentamente».

Vigilar la alimentación es una de las actitudes clave una vez que se toma conciencia del problema. «Hay que reducir la ingesta de carnes grasas como el cerdo o el cordero, los embutidos, y apostar por el pescado azul, que tiene propiedades demostradas para para reducir el colesterol y como protector cardiovascular», dice Farouk. «Las frutas, verduras y cereales integrales han de estar presentes en la alimentación porque la fibra previene el estreñimiento y favorece la absorción del colesterol».

Esta grasa presente en el organismo es, a veces, un cajón de sastre que es síntoma de otros problemas. «Lo importante es conocer el origen del problema para poder tratarlo y, siempre, mejorar la dieta», explica el endocrinólogo.

La doctora nutricionista Teresa Odriozoa tiene claro que los casos de colesterol disparado aumentan en su consulta. «Y es muy habitual en las mujeres menopáusicas, cuya dieta se complica con la ingesta de derivados lácteos para combatir la osteoporosis».

El bueno y el malo

El colesterol es una parte esencial de las membranas de todas las células y componente básico de hormonas como la progesterona y la testosterona. El cuerpo lo utiliza también para producir vitamina D y ácidos bílicos, que ayudan a digerir la grasa. Pero si se produce demasiado colesterol, aumenta el riesgo de sufrir una enfermedad coronaria. El colesterol utiliza la sangre como medio de transporte y viaja por las arterias en unos ‘vehículos’ formados por proteínas. Esa combinación de colesterol y proteínas se llama lipoproteína. Y existen de tipos: las de baja densidad (LDL) y las de alta densidad (HDL). Al primero es al que se le conoce como el colesterol ‘malo’. ¿Por qué? La LDL transporta el colesterol desde el hígado hasta las células y los tejidos que lo necesitan. Pero si en la superficie de la arteria hay algún desperfecto pierde parte de su carga y se queda depositado en las arterias, atrayendo además a otras sustancias. «Todas ellas forman sustancias grasas llamadas ateromas, que hacen que las arterias así se vuelvan más estrechas y duras y producen aterosclerosis», explica Farouk.

Protector cardíaco

La vía del HDL es diferente: estas lipoproteínas de alta densidad transportan el colesterol sobrante de los tejidos al hígado, donde el cuerpo lo elimina. Un nivel alto de colesterol HDL protege de las enfermedades cardíacas. Por eso recibe el nombre de colesterol ‘bueno’.

En cuestiones de colesterol hay un subgrupo importante de gente que tiene hipercolesterolemias primarias: no dependen de descuidos en el modo de comer, sino que son por herencia genética. «Necesitan tratamientos de más intensidad, generalmente con fármacos», dice el endocrino.

Diario Vasco