«El colesterol me preocupa más que el tabaquismo»

Parece difícil creer que las jornadas del cardiólogo Valentín Fuster (Cardona, 1943) tengan 24 horas. Además de atender a una media de 15 pacientes en su consulta del Hospital Monte Sinai en Nueva York (uno de los mejores del mundo, refugio habitual de celebridades de todo el planeta), Fuster escribe libros para enseñar a la población a prevenir lo que define como una pesadilla: la enfermedad cardiovascular, primera causa de muerte en los países desarrollados. Y no solo eso. Este médico humanista, que cree en la visión social de la investigación, está continuamente diseñando estudios, en los que pretende probar científicamente teorías tan arriesgadas como que la obesidad y la adicción a las drogas están, en algún punto, relacionadas o que los fármacos para el colesterol deberían ser consumidos por un porcentaje de población mucho mayor de la actual.

– Recientemente se ha sabido que la obesidad infantil ha superado en España los niveles de EE UU. Este es un problema que a usted le preocupa especialmente. ¿Qué se puede hacer para abordarlo?

–Hace ya cinco años se sabía que esto iba a pasar. Cuando la gente me decía que cómo estaba EE UU, donde la gente era tan obesa,no como en España, yo les decía: «No conocéis las estadísticas». Estoy entrando en la prevención de la obesidad infantil por dos motivos: el primero, para sensibilizar a los niños y, el segundo, porque a esta edad es cuando tú modelas la conductas que tendrás de adulto. Nuestra misión es entrar en el niño y evitar que llegue a la obesidad, intentar enseñarle que la conducta en cuanto a modelar los factores de riesgo es importante para una mejor salud. Para ello, no hay mejor edad que de los tres a los cinco años.

– ¿Qué resultados tienen los proyectos concretos que está llevando a cabo en este campo?

–El primer estudio lo hicimos en Colombia. Seleccionamos a 6.000 niños de 3 a 5 años a los que enseñábamos cómo educar la nutrición, el ejercicio físico y cómo funciona el organismo. Los dividimos en dos grupos, a uno les dijimos cuál era el comportamiento adecuado, en una o dos horas hablando con ellos y, con el segundo grupo, se mantuvieron 40 horas de actividades formativas. Al final, les evaluamos en tres aspectos: su conocimiento, su actitud y su influencia en la práctica. En el grupo de las 40 horas, hubo una mejora significativa en los tres parámetros, que también influyó en padres y profesores. Lo curioso es que dejamos de ‘evangelizarlos’ [ríe} durante un año y siguieron progresando positivamente. Visto este resultado, y por motivos éticos, no podíamos dejar al primer grupo solo con la primera formación, así que repetimos con ellos el mismo esquema. El resultado fue todavía mejor porque hemos visto que la edad ideal es entre los cuatro y los cinco años. Para ayudar a que sean los propios niños los que cuiden de sí mismos es para lo que escribo también libros de divulgación destinados específicamente a ellos: he publicado uno para que se lo lean los padres a sus hijos de entres tres y cinco años (‘Monstruos supersanos’, Planeta, 2010), un segundo para que ya lo lean ellos, entre los seis y los nueve (‘La pequeña historia de la ciencia de la salud’, Planeta, 2011) y estoy ahora con el más difícil todavía, el destinado a jóvenes de entre nueve y 15 años.

– En este programa se ha visto que las intervenciones en niños influyen también en los padres

–Se ha demostrado que tienen mucho más impacto los niños en la conducta de los padres que estos en la conducta de sus hijos. Si quieres comer sano, dejar de fumar o hacer ejercicio, no hay nada como que tus hijos te induzcan a ello.

– En España también está intentando acabar con esta lacra, ¿verdad?

–En España llevamos a cabo el programa, sí. En 62 colegios, de momento en Cataluña y Madrid, aunque vamos a ampliarlo en breve a Galicia y Castilla. Lo novedoso de esta intervención, con respecto a la de Colombia, es que trabajamos también en el control de las emociones y tratamos de probar una hipótesis bastante original: si los niños aprenden a decir que no cuando tienden a decir que sí (en hábitos saludables), esto influirá en la adicción a la droga que puede aparecer en la adolescencia. Esto, por supuesto, tiene que probarse. Es lo que pretendemos hacer con este estudio. Yo creo que tanto en la adicción a los hábitos de vida no saludables como la de las drogas ha de haber de entrada un aspecto de decisión personal y, para fomentar la decisión correcta, es importante conocer el tema. Para ello, además de a los educadores a los que formamos específicamente, vamos a utilizar los contenidos audiovisuales de Barrio Sésamo. A diferencia del programa tradicional, ahora se verán ‘spots’ de unos siete minutos de duración. El problema al que nos enfrentamos en España es que todo el mundo quiere entrar en este programa, y tememos que el proyecto pueda perder calidad si amplíanos mucho la participación.

– ¿Son los adultos una causa perdida?

–Es un problema que no se resuelve con facilidad. La sociedad de consumo, la competitividad, la incertidumbre… Todo esto nos lleva a aspectos de la conducta que influyen negativamente en nuestra salud cardiovascular, como el consumo excesivo de televisión, la mala alimentación, el sedentarismo y su principal consecuencia, la obesidad. Yo he desarrollado tres proyectos en los que pretende probar una tesis, cada uno dirigido a un público. El primero, del que ya hablé, es para niños. El segundo es para adultos y, el último, para personas mayores. Creo que hay una gran dificultad en que a partir de cierta edad se cambie de conducta… Uno baja de peso y lo recupera, deja de fumar y vuelve al tiempo. Sin embargo, mi hipótesis es que los adultos necesitamos de otros adultos para funcionar. A mí me llamó la atención el programa de Alcohólicos Anónimos y creo que es más fácil llevarlo a cabo con temas sociales que con conductas adictivas. Tenemos dos proyectos en este sentido, uno en España, en Carmona, el pueblo de mi mujer, que prácticamente acaba de empezar, y otro en la isla de Granada, en el Caribe. De lo que se trata es de reunir a los adultos en grupos de 10 a 15 personas. En la mitad de estos grupos, los componentes se ayudarán entre ellos en temas que no requieren de personal sanitario, como decir en voz alta su peso, si han hecho ejercicio, si fuman o medirse la presión arterial. En la otra mitad, aunque se les darán consejos básicos, no se pedirá a los miembros que se unan entre ellos. Este es un tema fascinante que va a tener impacto y va a demostrar que los sistemas de salud ya no son solo el médico y la enfermera, sino los amigos, los familiares…

– ¿Y la estrategia específica para personas mayores que ha mencionado?

– Tenemos un tercer grupo de población: los mayores que ya han tenido un evento cardiovascular. Tienen que tomar varios fármacos y lo que hemos visto es que la adherencia a este tratamiento es muy baja. ¿Por qué? Sencillamente, porque no hay tiempo para que el médico y el paciente debatan sobre la importancia de la misma. Esto no es culpa de nadie, pero hay que conseguir cambiarlo bajo dos premisas: la primera, que la comunicación no solo dependa del médico de cabecera, sino que este se apoye en el teléfono o el mail y, la segunda, es el proyecto, desarrollado en el CNIC, que hemos bautizado como la ‘polypill’, que consiste en combinar las tres pastillas necesarias en una.

– Acaba de publicar un artículo en la prestigiosa ‘Nature Review Cardiology’ en la que propone administrar estatinas –fármacos para controlar el colesterol– a personas con este parámetro alto, pero en las que aún no está indicada la medicación. ¿Por qué?

– Este es un artículo que va a dar mucho que hablar, pero la cuestión es que creemos que el colesterol en sangre es muy elevado. Yo estoy tan preocupado con este tema, como lo estaba con el tabaquismo hace 15 años. El tabaco me sigue preocupando, porque está yendo a los países pobres, pero al menos ahora la gente está concienciada. Pero, ¿qué pasa con el colesterol? La estrategia que proponemos en este artículo la vamos a probar en 5.000 personas que no acuden al hospital, sino a la consulta regular del médico. Es gente que tiene el colesterol de mediano a alto, a la que vamos a dividir en dos grupos; a uno de ellos, le medicaremos con estatinas y al otro, no. Evaluaremos la proyección de eventos cardiovasculares y lo haremos en la población normal que es, al contrario de la que llega al hospital, a la que menos atención prestamos.

– Pero esta idea ¿no supondría un consumo excesivo de fármacos?

–Entiendo que es una estrategia debatible, aunque no para mí. No es que yo sea una persona profármacos, pero el hecho es que la obesidad está aumentando considerablemente. La gente puede ser reticente a tomar estatinas por unos eventuales efectos secundarios, pero de lo que no se dan cuenta es que la obesidad también tiene consecuencias muy graves. El problema es que nos gusta hablar de blanco o negro y parece que estamos proponiendo medicar a todo el mundo y no es así, vamos a dar estatinas a gente con colesterol de mediano a alto que actualmente no se trata.

– Hablando de prevención de futuros eventos, usted participa en un macro estudio que se realiza con empleados del Banco de Santander, que pretende detectar la patología a través de técnicas por imagen, en personas aparentemente sanas. ¿Cree que si alguien sabe que va a enfermar en un plazo medio cambiaría de hábitos de vida?

–El estudio PESA es un trabajo de orgullo nacional e internacional, muy difícil de llevar a cabo y que cuenta con gente muy motivada y más de 4.000 voluntarios. Lo que estamos haciendo es ver cómo están sus arterias e intentar cambiar su conducta. Lo que sabemos por estudios similares realizados en EE UU es que los adultos no cambiamos, aunque nos enseñen las arterias y nos muestren que ya hay problemas aunque no tengamos síntomas. Más aún, incluso si uno ha sufrido un infarto, también es difícil que cambie. Por eso, lo que vamos a poner en marcha a partir de este estudio, es un plan de avasallamiento [ríe].

– El CNIC ha recibido la distinción Severo Ochoa, como uno de los centros de excelencia españoles. ¿Qué ha supuesto este reconocimiento para usted?

–Estamos muy orgullosos. Creo que la razón del éxito es una combinación de factores; en primer lugar, aquí se ha unido los investigadores básicos y la aplicación de sus hallazgos a los pacientes. Pero, además, tenemos la Fundación ProCnic que, a través de 13 empresas, permite financiar programas de educación muy innovadores en España, algunos dedicados a estudiantes de bachillerato. Así, el CNIC es una combinación de la integración de la investigación básica y la aplicación de ésta a la calle, mezclada con una temática social y que además atiende a los más jóvenes, que son el futuro.

– Parece que la sociedad tiene más miedo a enfermedades como el cáncer, menos prevalentes que las cardiovasculares. ¿Hay que cambiar esta percepción?

–La patología cardiovascular es más común y mata más que el cáncer. Además, estamos empezando a demostrar que el proceso vascular afecta a la función cognitiva del anciano. En otras palabras, que la patología cardiovascular podría estar asociada a procesos como el Alzhéimer. Este es un aspecto que no estamos teniendo en cuenta y es algo que solo puede cambiar con educación a la población.

Fuente: AINHOA IRIBERRI | MADRID. La Verdad.