Dietas milagrosas: magia y fantasía que cautiva

La alimentación se ha convertido en una obsesión en la sociedad occidental. A las numerosas consideraciones sobre la relación entre dieta y salud, se suman debates sobre la sostenibilidad de los sistemas de producción. Vivimos en un contexto alimentario en el que podemos escuchar una advertencia saludable y la contraria sobre temas de alimentos y nutrición. Además, han proliferado las dietas milagros, recomendadas en numerosas ocasiones por personas “famosas” que por supuesto no tienen formación en nutrición.  

¿Por qué triunfan las dietas milagrosas? ¿Cuál es el secreto de su éxito?

Por alguna razón, millones de personas caen en ellas cada año, las siguen a rajatabla y obedecen sus consejos. Incluso quienes han leído sobre sus riesgos y saben que están desaconsejadas acaban probándolas alguna vez. «No pierdo nada por intentarlo», pensarán, aunque en el fondo sepan -o intuyan- que están poniendo en riesgo su salud y haciéndole daño al bolsillo. ¿Qué provoca que una dieta milagrosa obnubile a tanta gente? Su parecido con los cuentos infantiles podría explicar esta fascinación. La mayor parte de los adultos saben que no hay varitas mágicas; sin embargo, el resto del relato es tan real, tan verosímil, que cuando menos, despierta al dragón de la duda.

«Había una vez una inocente niña llamada Willendorf, que se perdió en un bosque. Pese a que estaba hambrienta, no se atrevía a comer las manzanas de los árboles, ya que su madrastra le había dicho que la fruta contenía mucho azúcar. Pasó cerca de una casita de chocolate, de la que sí comió hasta hartarse, pues en aquellos días un trovador de su pueblo entonaba el siguiente verso: ‘estudio confirma que el chocolate no engorda’. Sin embargo, Willendorf, tras meses sin moverse de la casa y sin dejar de comer tejas de chocolate, engordó y engordó hasta enfermar. Entonces se dijo: ‘Será cosa de la genética, buscaré un hada para solucionarlo’. Pero, cuando se disponía a buscarla, un mezquino brujo, disfrazado de médico, se cruzó en su camino y le susurró: ‘Si me sigues, te enseñaré una pócima con la que perderás peso rápidamente, para siempre y sin esfuerzo’. Y Willendorf le siguió». Este modesto relato sirve para darse cuenta de que los cuentos de hadas y las dietas milagro tienen muchas cosas en común.

Las manzanas siempre están envenenadas

La madrastra de Willendorf le hace creer que comer manzanas engorda. Y es que quizá la manía que tienen tantos falsos gurús de clasificar las frutas dentro de los alimentos a limitar o a «disociar» venga de relatos como el de Adán y Eva -o de las muchas versiones del cuento de Blancanieves, en el que un mordisco a una manzana envenenada basta para mandarla al otro barrio-. Sea como fuere, el consenso español de prevención y tratamiento de la obesidad no da la razón a la madrastra de nuestro cuento, al afirmar que la prevención dietética del aumento de peso sí puede modularse mediante dietas con un alto contenido de fruta y hortalizas. Es un mito que las frutas engordan.

En el terreno de las dietas, de hecho, es tan alta la posibilidad de que nos engañen, que la legislación española prohíbe los testimonios de profesionales sanitarios, de personas famosas o conocidas por el público o de pacientes reales o supuestos, como medio de inducción al consumo de cualquier método con pretendida finalidad sanitaria. Sin embargo, estos métodos equivocados se siguen publicitando.

Pócimas y hechizos dietéticos: soluciones al instante

Si creemos en los hechizos, damos pie a la existencia de hechiceros. Creer que existe un método que nos permite perder peso de forma rápida y sin esfuerzo nos conduce, tarde o temprano, a caer en la trampa de un malvado brujo como el del relato que encabeza este texto. En la película ‘La Sirenita’, Ariel entrega su voz a la bruja Úrsula con tal de que le dé una oportunidad de conquistar a su amado príncipe. Sirve de ejemplo para entender que el precio que hay que pagar por seguir una dieta milagro (como el efecto yoyó) siempre es muy elevado, si lo comparamos con los beneficios que obtenemos. Las pócimas mágicas no existen. Los alimentos quemagrasas tampoco.

La solución siempre está fuera, no dentro

Las personas con un locus de control interno (la palabra latina «locus» significa «lugar») piensan que lo relacionado con su salud tiene que ver, en mayor o menor medida, con sus propias acciones o decisiones. Valoran su propia responsabilidad e intentan mejorar sus habilidades y conocimientos. Sin embargo, las personas con un locus de control externo, delegan el control de su salud y piensan que esta depende de profesionales sanitarios, de otras personas “famosas” o del azar. En nuestro relato, Willendorf dice para sí: «Será cosa de la genética, buscaré un hada para solucionarlo». Y no cae en la cuenta de que la ausencia de fruta unida al sedentarismo y al exceso de calorías son, en gran medida, la causa de su aumento de peso. En varios cuentos sucede algo similar. Muchas personas están hoy a la espera de un milagro «quemagrasas», cuando ese milagro tiene otros apellidos, tales como «esfuerzo», «constancia», «estilo de vida» y, por supuesto, «asesoramiento sanitario».

Finales felices que duran para siempre

Perder peso en poco tiempo no significa que la pérdida se vaya a mantener en el tiempo. Cuando alguien nos dice que ha perdido peso, como cuando leemos que «comieron perdices», debemos preguntarnos si estamos ante el «final feliz» o si pasa algo más después. ¿No será poco nutritivo comer perdices a diario?

Ironías aparte, es importante tener en cuenta que mantener el peso corporal, como el amor, es una mezcla delicada de compromiso, renuncias, placeres y esfuerzos. Mantener un peso saludable requiere constancia y un estilo de vida también saludable y activo, donde la dieta sea fuente de placer, en lugar de sufrimiento. Los «para siempre y sin esfuerzos» pertenecen al terreno de la magia y de la fantasía, no de la realidad. Los cuentos de hadas competen a la imaginación y están bien para soñar, pero no están indicados para tomar decisiones serias sobre la salud. Por eso los encontramos en la estantería de «ficción infantil», y no en las bibliotecas especializadas en literatura científica.

En la actualidad hay demasiados productos procesados (bollería y pastelería industrial, productos precocinados, patatas fritas, etc) que se elaboran con grasas poco saludables como el aceite de palma y de coco. Simultáneamente se toman pocas verduras, frutas, cereales integrales y legumbres y hay demasiada comida rápida. También es necesario conocer que el aceite de oliva virgen es la grasa más saludable y la única que no necesita refinarse para su consumo. Finalmente, la educación es fundamental para llegar a tener una alimentación saludable y debe comenzar desde la infancia.

 

Fuente: Adaptado de Eroski Consumer

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